SÍNTESIS HISTÓRICA.

 

   La Iglesia Conventual de San Luis del Monte forma parte de un antiguo monasterio franciscano, perteneciente a la Provincia de los Ángeles, cuya sede se encontraba en el Monasterio de Sta Maria de los Ángeles de Hornachuelos. Dicha Provincia Angélica se creó a finales del siglo XV, cuando Fray Juan de la Puebla fundó este primer Monasterio de los Ángeles imitando al de “La Porciúncula” de Asís, tras un viaje a Italia. Debido a la fama de santidad y el cariño que se le profesaba en toda la comarca fue fundando monasterios por todos los pueblos de los alrededores, así el primero en construirse tras el de Hornachuelos será el de Peñaflor en 1492, al que le seguirán otro en Palma del Río, La Campana, Lora del Río, Constantina, Cazalla, etc.. para así paulatinamente y con el paso de los siglos llegará al siglo XVII siendo una provincia importante, con monasterios en casi todas las regiones de España, y participando activamente en la colonización y evangelización de las nuevas tierras conquistadas en América.

 

   La Orden se asentó a 6 Km. de la villa de Peñaflor, en un edificio que fue construido por los Marqueses de Palma, don Luis Portocarrero y doña Francisca Manrique, en pro­mesa hecha a Fray Juan de la Puebla a quien acudieron para mediar por la salvación de su hijo, contagia­do por la epidemia de la peste que hubo en Palma en 1491. Tras su curación el monasterio fue edificado para la Orden de San Francisco, a la devoción de San Luis, Obispo de Tolosa, cuyo nombre llevaba su hijo (Archivo Parroquial de Peñaflor. A-1. C-1, D-1-4).

 

   Esta Iglesia-Convento se edificó en un monte, terreno propiedad de los marqueses en la proximidad al Cortijo del Turruñuelo y próximo a las orillas del río Retortillo, en los terrenos conocidos actualmente como “Huerta de san Luis”. Por el sitio en que se encontraba edificado, empezó a llamársele San Luis del Monte en vez de San Luis Obispo de Tolosa, su nombre verdadero. De dicho edificio sólo quedan algunas paredes y cimientos.

 

   Por motivos de distancia y por la devo­ción y cariño que sentían los Marqueses de Peñaflor(que se convirtieron en sus protectores) y los mismos vecinos de la villa, en el siglo XVIII pensa­ron su traslado al pueblo. El día 4 de noviembre de 1731, en el capítulo de la Orden de San Diego de Cazalla de la Sierra, se dio la licencia por parte de la Orden para el traslado (Archivo Parroquial de Peñaflor. A-1. C-1, D-1-4).

 

   El actual edificio se terminó de construir alrededor de 1766, pues en dicho año se pagó por el Marqués de Peñaflor el retablo mayor, que había sido contratado un año antes, siendo el coste de éste 8.252 reales (Archivo Parroquial de Peñaflor. A-1. C-1, D-49).

 

   Dicho Convento se construyó, en el lugar que ocupaba la Ermita de Jesús de Nazareno, terminada de construir a finales del siglo XVII por la Hermandad de Jesús Nazareno sobre el lugar que anteriormente se asentaba una antigua Ermita mudéjar dedicada a San Sebastián en las afueras del pueblo (Archivo Hdad Ntro Padre Jesús Nazareno. Libro de Cabildos Nº!).

 

   En 1732, por la villa de Peñaflor se pide al Sr. Arzobispo de Sevilla, don Luis de Salcedo, que permitiese el traslado del Convento primitivo a Peñaflor. Para la construcción del nuevo Convento, la Parroquia cedió la Ermita de Nuestro Padre Jesús; la villa, el hospicio para transeúntes que estaba junto a la ermita; y el Sr. Marqués, unas propiedades colindantes a éstas (Archivo Parroquial de Peñaflor. A-1. C-8, D-36).

 

   El 8 de octubre del mismo año, el Sr, Arzobispo por medio de un documento da permiso para el traslado de dicho Convento, efec­tuándose un mes más tarde. El 8 de noviembre, a las diez de la mañana, llegó un cortejo eclesiástico y demás personas, muy numerosas, a la Igle­sia Parroquial; después de unas ora­ciones al Santísimo partieron en pro­cesión para dicha Ermita. Llegando a ella, el Sr. Cura dio pública pose­sión a los religiosos, entregándoles las llaves al Síndico, el cual abrió y cerró con ellas las puertas, tocando la campana y haciendo todas las ceremonias propias de estos casos. Tomó también posesión del patio, claustro, huerto, casa inmediata, casa hospicio y de un cortinal que la villa había comprado. Finalmente, el Síndico tomó posesión de unas casas contiguas que el Marqués de Peñaftor había comprado a un tal Diego López para esta fundación y de todas las cercanías que el mismo Marqués cedía, incluyendo la Isla de la Morera. Esta breve descripción nos da idea de las dimensiones del conjunto (Archivo Parroquial de Peñaflor. A-1. C-8, D-36-37).

 

   En 1750, se le pide permiso al Sr. Arzobis­po para vender algunas propiedades para la cons­trucción de un nuevo edificio, siendo concedido dicho permiso (Archivo Parroquial de Peñaflor. A-1. C-8, D-41-42-43).

 

   Con fecha 24 de marzo de 1759, data la fundación de una Cátedra de Gramática en este Convento (Archivo Parroquial de Peñaflor. A-1. C-10, D-47).

 

   En 1813, se le devuelven a los religiosos, el Convento y bienes que le había sido arrebatado por el gobierno francés durante la Guerra de la Independencia (Archivo Parroquial de Peñaflor. A-1. C-15, D-57). En acta notarial de dicho año, se detallan las distintas dependencias y de las grandes dimensiones del conjunto (Archivo Parroquial de Peñaflor. A-1. C-15, D-60). Posteriormente, la Leyes de Desamortización promulgadas por los gobiernos liberales en el siglo XIX, y especialmente la de Mendizábal afectaron notablemente al monasterio, hasta el punto que supusieron la exclaustración de los monjes y la venta de la mayor parte de las dependencias a particulares, entre ellas hacia el Este las casas aledañas al patio de entrada y el Cine Bello hasta el callejón constituían terrenos del monasterio, conservándose bastantes estructuras de almacenes y depósitos en los cines de invierno y verano; y hacia el Sur las casa de la calle Ruedos Vías constituían también estructuras monacales, siendo de especial relevancia la bodega que se conserva en la casa de Dº José Bello. Las únicas estructuras que se conservan actualmente dependientes de la Iglesia de San Luis son las actuales Casa Hdad de Ntro Padre Jesús Nazareno y el Centro de día de Mayores (reflejadas en el plano realizado por Dº Juan Antonio Fernández Naranjo), y en este último se conserva, aunque reformado, uno de los claustros.

 

   Hacia 1911, se hace cargo del Convento la congregación de las Hermanas de la Cruz, que permanecen en él hasta el año 1972, en el que se trasladan a una casa particular por no poder man­tener el edificio. Con fecha de 1913 data un inven­tario de todo lo entregado a las Hermanas de la Cruz (Archivo Parroquial de Peñaflor. A-1. C-13, D-57).

 

   En cuanto a su situación reciente, podemos decir que gracias por el interés puesto por el Párroco, don Eugenio Hernández Martínez, ya que el edificio se encontraba en muy mal estado, en l983 se le hicieron obras de pinturas de fachadas y pintado su interior, con lo que ha quedado un edificio con la presencia que se merece.

 

   En la restauración de la Parroquia de San Pedro, los cultos propios de ésta se llevaron a cabo en este Convento.

 

DESCRIPCIÓN DEL CONJUNTO ARTÍSTICO Y MONUMENTAL.

 

   Se trata de un edificio barroco, según el estilo imperante en los años de su construcción, realizado por del Arzobispado de Sevilla, según las directrices de los maestros arquitectos y alarifes que trabajaban bajo su mandato. Es llamativa la analogía constructiva de esta Iglesia con la de San Francisco de La Campana; ambas se construyen con breve espacio de tiempo de diferencia.

Plano cedido por el arquitecto D. Juan Antonio Fernández Naranjo
Plano cedido por el arquitecto D. Juan Antonio Fernández Naranjo

   La planta del Templo es de cruz latina, tiene una sola nave que está compartimentada con pilastras toscanas, y la cabecera es plana. La nave está cubierta con bóveda de cañón y arcos fajones. El crucero está cubierto con una bóveda semiesférica, sostenidas por pechinas. La decoración de dicha bóveda está realizada en yeserías reproduciendo alegorías marianas y de la orden franciscana. También se puede destacar la labor de cornisas, frisos y demás ornamentación. La cornisa que bordea la nave del templo tiene la característica de ser excesivamente gruesa para la bóveda que soporta; en la nave de La Campana que se construyó unos años después esto fue modificado, y las cornisas de la nave presentan menor espesor. El edificio cuen­ta con dos puertas, una a los pies que en la actualidad no se comunica con la capilla, formada por un arco de medio punto que está flanqueada por pilastras toscanas, teniendo un entablamento liso sobre el cual hay un frontón recto y roto conteniendo una hornacina. Esta puerta debió ser la principal puerta de entrada originariamente y a continuación de ella se encontraba el coro bajo, de gran tamaño, estaba compuesto por sillones de madera labrada y un gran facistol en medio. En una reforma posterior la nave principal del templo se vio disminuida hasta su mitad con un tabique de separación a nivel del coro alto (que subsiste actualmente) y que hizo desaparecer el coro bajo y creó un nuevo espacio o habitación cuyo acceso es la puerta descrita. Los sillones y facistol del coro bajo fueron vendidos y actualmente ha sido imposible su localización para describirlo).

 

   La actual puer­ta principal está en el muro izquierdo y da paso al templo desde la calle Juan Carlos I, está formada también por un arco de medio punto en su primer cuerpo, pero que posteriormente se ha adintelado. Este primer cuerpo está flanqueado por pilastras festoneadas y sobre éstas un entablamento, encontrándose una hornacina en el centro de éste, con remates en forma de farolas.

 

   Al lado de la puerta de los pies se encuentra adosada una de las entradas a las dependencias del antiguo Convento, formada por una puerta muy sencilla sobre un muro que soporta la espadaña de dos cuerpos del edificio, con un arco carpanel flanqueado por pilastras sobre las que tiene un frontón curvilíneo rematado con pináculos.

 

   El retablo mayor se puede fechar en la segunda mitad del siglo XVIII. En la actualidad se encuentra en un estado de deterioro avanzado y urge una pronta restauración pues se trata de una joya arquitectónica del estilo “barroco ecijano”. Se compone de banco, con un cuerpo de tres calles que están compartimentadas por estípites y rematado por un ático.

 

   La imagen del Nazareno, que es de candelero, se encuentra en la hornacina central y data del siglo XVII, atribuida por sus características a Juan de Mesa “el Mozo”, escultor imaginero que trabajó a finales del siglo XVI y principios del XVII en Córdoba, Écija, Cabra, Montilla y la Rambla. Este nazareno de Peñaflor presenta similitudes con el de Cabra y el Ecce Homo de San Juan de Ávila de Montilla, obras del citado autor. Encima de ésta está San Buenaventura, y en el ático San Agustín. En las calles latera­les y a la altura de la hornacina central se encuentran San Fran­cisco y Santa Clara, estas cuatro últimas imágenes son de época del retablo.

 

   En las paredes laterales del Prebisterio hay dos lienzos: uno representa la Adoración de los Reyes Magos, y el otro la Presen­tación del Niño Jesús en el Tem­plo, ambos de finales del siglo XVII.

 

   Hay dos retablos esquineros de la segunda mitad del siglo XVIII en los manchones del crucero, en los que se encuen­tran las esculturas de San José con el Niño y San Antonio de Padua, ambos del mismo siglo que los retablos.

 

   En el crucero, en la parte izquierda, se encuentra un retablo del tercer cuarto del siglo XVIII con una imagen de Virgen moderna. También hay un lienzo de finales del XVII, pintado por el holandés Gerard Honsthot que representa la Coronación de Espinas.

 

   En el mismo crucero, pero en la parte derecha, hay otro retablo de las mismas características que el anterior en el que se encuentra un Sagrado Corazón.

 

   En un retablo neoclásico en el muro de la derecha se encuentran las imágenes procesionales de la Hdad de Jesús Nazareno de San Juan, fechada en su peana en 1796, la Dolorosa, imagen de candelero que por sus características, especialmente por la técnica y color de su encarnadura, se podría fechar en el siglo XVII, y la de Maria Magdalena, obra de Juan de Astorga de principios del siglo XIX, también de candelero.

 

   En el muro de la izquierda está Santa Ana y la Virgen, obra de indudable valor artístico fechable en el siglo XVII, proveniente del primitivo convento de la Huerta de San Luis, poseía una hermandad en el mencionado siglo XVII. Esta escultura está acogida en un retablo de finales del siglo XVIII.

 

   De mediados del siglo XVIII es el busto del Ecce Homo y su hornacina que se encuentra en el muro de los pies, obra de gran realismo y bellísima factura, constituye una de las más importantes entre el conjunto de esculturas.

 

   Diversos cuadros de mediana importancia adornan las paredes del Templo, y entre ellos hay que destacar una copia de San Fernando, conquistador de Sevilla, y un gran lienzo que se sitúa en el coro alto con el borde superior semicircular y en pésimo estado de conservación, que parece representar la Asunción de Maria o algún tema alegórico mariano.

 

 

INFLUENCIA SOCIO-CULTURAL SOBRE LA POBLACIÓN.

 

   Desde la fundación del monasterio en 1492 hasta la salida de los frailes en 1836 tras la desamortización, la influencia que este cenobio religioso ha ejercido sobre la población es patente e innegable, como se demuestra en los documentos de los tres archivos más importantes que se conservan en Peñaflor de esa época: el Archivo Municipal, el Archivo Parroquial, y el Archivo de la Hdad de Jesús Nazareno. En ellos vemos como los síndicos del convento de San Luis están presentes y participan activamente en cada uno de los actos civiles y religiosos que se celebran en el pueblo. Y no podría ser de otra manera si tenemos en cuenta que nos encontramos en una sociedad rural que hasta el siglo XIX está impregnada de altas dosis de religiosidad, que unido al bagaje cultural de la preparación de los monjes y su consideración social los convierten en personas importantes e influyentes de la sociedad de esta época.

 

   No es extraño pues encontrarlos en las actas de toma de posesión de los alcaldes y alguaciles en el ayuntamiento, en las juntas de reunión de las hermandades y asociaciones existentes, o asistiendo en las comitivas de procesiones, rogativas o cualquier acto público que se celebrase. Con una media de unos 25 monjes que existían en el monasterio, supone un porcentaje importante en la población de estos siglos que no llegaba a superar los 2.000 habitantes. A la vez que el mantenimiento del monasterio suponía un acicate económico para la población, ya que daría puestos de trabajo y aumentaba la venta de los productos agrícolas y ganaderos necesarios para alimentar a los monjes.

 

   No obstante la principal influencia hay que buscarla sobre la espiritualidad ejercida sobre los vecinos. La llegada de los monjes puso en contacto con ellos a unos hombres que venían precedidos por una fama de santidad admirada en la comarca, y una forma de entender la religión basada en la pobreza y el amor al prójimo instaurada por San Francisco. Esto caló hondo en la religiosidad popular y pronto vemos como los franciscanos comienzan a aportar su sentido de la religión en la creación de hermandades y cofradías como la de la Vera Cruz, la de Jesús Nazareno, la de Santa Ana, con un sentido corporativo y de ayuda humanitaria hacia la población desasistida. Posteriormente en los siglos XVII y XVIII cuando el boato hace acto de presencia en la vida religiosa española como consecuencia de la Contrarreforma, los vemos asistiendo y participando en las festividades del Corpus descritas con un lujo y colorismo en los documentos del archivo parroquial, que hoy sería imposible imaginarlo.

 

   La creación de una cátedra de gramática documentada a partir de la segunda mitad del siglo XVIII nos habla de otra vertiente de influencia en la población, la de la instrucción y formación cultural. Faceta que seguirá en vigor en el edificio incluso después de la partida de los monjes, ya que sus siguientes moradores, las Hermanas de la Cruz, también ejercieron durante largo tiempo la docencia entre sus muros.

 

   Antropológicamente la importancia de la existencia del monasterio hay que situarla en la aportación religiosa y cultural que ha ejercido sobre la población durante la estancia de los monjes, y una vez expulsados éstos el referente simbólico que supone el edificio en sí mismo, constituyendo el segundo edificio religioso en importancia de la población, así como uno de los mas llamativos arquitectónicamente en un conjunto urbano donde el barroco impera por encima de los demás estilos. A la vez que se trata de un edificio religioso en uso, donde se celebran determinados cultos a lo largo del año. Sin olvidar el referente de gran raigambre popular que supone el hecho de estar instalada en el edificio la Hdad de Jesús Nazareno, y realizar sus desfiles procesionales desde este edificio, ya que esta imagen es una de las que más fervor y devoción ha despertado a lo largo de los siglos en la población. Teniendo en cuenta que el culmen de la Semana Santa de Peñaflor lo constituye sin duda la salida y entrada de la imagen del Nazareno por el arco de la puerta de los pies del convento, en la noche del Jueves Santo, considerada como una de las más difíciles y atractivas de toda la provincia de Sevilla, donde el esfuerzo de los costaleros tumbados en el suelo y zigzageantes consiguen con gran esfuerzo el “imposible” de la salida de la imagen sin rozar el arco, en medio de la expectación y fervor de la multitud concentrada ante la puerta.

 

José Francisco López Muñoz

 

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